Dos menores de edad cuando sus padres asesinaron a sus madres relataron en el Parlamento andaluz "la odisea" que padecen tras ser huérfanas a causa de la violencia machista, que una de ellas resumió con tener que pagar las letras del automóvil con el que su padre asesinó a su madre.
"Nuestra vida ha sido una odisea; un ejemplo es que encima tengo que pagar el coche con el que asesinaron a mi madre", relató Sonia, hija de la primera mujer asesinada en España por su marido a pesar de que se le había impuesto una orden judicial de alejamiento.
La medida resultó insuficiente porque poco después murió tras ser atropellada varias veces por su esposo, quien se desentendió del pago de las letras de su automóvil tras ingresar en prisión. Sonia, testigo de este homicidio y hoy mayor de edad, relató ante un grupo de diputados andaluces las dificultades que afronta desde entonces.
La asunción de deudas del homicida, la falta de ayuda económica y sobre todo psicológica, las presiones y problemas con la familia paterna o el miedo a que sus padres atenten contra ellas cuando salgan de prisión son algunas de las penalidades expuestas por estas jóvenes ante sus señorías.
La iniciativa partió del Defensor del Pueblo andaluz, José Chamizo, quien quiso así que los parlamentarios conocieran en primera persona las penalidades que sufren estos huérfanos y no mediante sus informes. Y a fe que lo consiguió, a tenor de la impresión que reflejaban los rostros de algunas de sus señorías al oír las denuncias y algún lloro de estas menores.
Sonia explicó que a la muerte de su madre, ocurrida en 2003, le sucedió "una odisea" de penalidades entre las que destacó tener que pagar las letras del vehículo con el que la asesinaron, en virtud del régimen de bienes gananciales estipulado por los cónyuges. Por si fuera poco, tras el fallecimiento del homicida, Sonia tuvo que afrontar "la más grande de las estupideces": que su familia paterna le reclame judicialmente el pago de los gastos del entierro "del asesino de mi madre".
Con casi doscientos mil euros gastados en pleitos y la imposibilidad de pagar las minutas que le reclamaban sus abogados, Sonia resumió sus penalidades: "Estamos vendidas; tenemos nuestros bienes embargados; nuestra vida es una odisea pero lo que necesitamos sobre todo es ayuda psicológica".
Débora, cuya madre murió hacía solo nueve meses víctima también de la violencia machista, no pudo reprimir las lágrimas, que le obligaron a interrumpir su relato en varias ocasiones.
Resultó estremecedor oír "las difíciles relaciones" que mantenía con su familia paterna desde el encarcelamiento del homicida, como cuando una tía paterna se presentó en su trabajo para reclamarle "un despertador" de su padre, una actitud cuando menos intimidadora.
Algunos diputados se emocionaron cuando Débora, para resumir los intentos de la familia paterna de apropiarse de bienes de la madre fallecida, sentenció:
"Encima de que nos matan a nuestra madre se llevan el dinero si yo no estoy allí". Pero el momento más espeluznante llegó cuando esta joven pidió ayuda a los diputados, entre sollozos, porque le aterraba el momento en el que su padre saliera de la cárcel.
"Él intentó matarme primero a mí pero no pudo. Y tengo mucho miedo porque yo siempre apoyaba a mi madre y él me lo echaba en cara", concluyó.
Chamizo insistió en la necesidad de un cambio de la normativa para la protección de los menores afectados por la violencia de género.
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