Una explicación para el trance de los derviches seria la siguiente. Sus giros provocan que la parte del cerebro responsable de la conciencia espacial (lóbulos parietales) tenga dificultad para reconciliar la información que recibe desde los cinco sentidos con la proporcionada por los conductos semicirculares del oído interno.
Esto traería vértigos que causarían que cualquiera parara de girar o perdiera el equilibrio y se cayera pero el intenso entrenamiento de los derviches les permite continuar hasta que la persistencia de señales contradictorias sobrecarga el centro de asociación espacial al punto de causar que se desconecte.
Esta parte del cerebro, los lóbulos parietales superiores, nos dan la conciencia de la extensión espacial de nuestro cuerpo. Nos dice donde terminamos y donde empieza nuestro entorno. Una lesión en esta área paraliza nuestra habilidad de maniobrar en el espacio físico y no seríamos capaces de calcular las distancias y ángulos necesitados para ordenar a nuestros movimientos levantarnos de nuestra cama a una silla al otro lado del cuarto.
Cuando la intensa sobrestimulación de los giros causa la momentánea desactivación de su centro espacial, el derviche pierde la conciencia de donde termina su cuerpo y donde empieza el universo exterior. Gracias a su entrenamiento otras partes del cerebro mantienen sus movimientos rituales mientras que él tiene la impresión de ser liberado de las limitaciones de su cuerpo físico y ego individual.
Perder la conciencia de los límites de su cuerpo físico se traduce en una sensación de unidad con el universo girando alrededor de él y hace falta muy poca incitación para causar que este sentimiento exaltado sea interpretado por sus lóbulos temporales como una comunión de su ser con Dios.
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