Esta forma natural de alivio del dolor podría ayudar a los animales en la naturaleza a evitar distracciones cuando escasean los alimentos pero entre los humanos modernos con comida disponible, el efecto podría contribuir a comer en exceso y a la obesidad.
El estudio, que se publica en la revista ‘Journal of Neuroscience’, es el primero que demuestra que este poderoso efecto analgésico se produce mientras los animales está ingiriendo alimentos o líquidos incluso en ausencia de apetito.
Según explica Peggy Mason, directora del trabajo, “es un efecto fuerte, muy fuerte, pero no está relacionado con el hambre o el apetito. Si tiene toda esta comida enfrente y es fácil acceder a ella no vas a dejar de comer, básicamente casi por ningún motivo”.
En los experimentos se proporcionó a las ratas una galleta de chocolate, agua azucarada o agua normal directamente a la boca.
A medida que la rata tragaba el chocolate o el fluido, se encendía bajo su celda una bombilla luminosa, lo que proporcionaba un estímulo de calor que provocaba que los animales levantaran las patas del suelo.
Los científicos descubrieron que las ratas tardaban más en levantar las patas cuando estaban comiendo o bebiendo, en comparación con pruebas realizadas cuando estaban despiertas.
Los investigadores no descubrieron diferencias en el retraso en la respuesta de levantar la pata cuando la rata comía chocolate y cuando bebía agua a pesar de investigaciones previas que indicaban que sólo las sustancias azucaradas protegían frente al dolor.
Los científicos repitieron la prueba de calor administrando quinina a las ratas, una bebida que hace que estos animales hagan una mueca de expresión como la humana de repulsión.
Durante la administración de la quinina, las ratas reaccionaron ante el calor tan rápido como si no estuvieran comiendo, lo que sugiere que un alimento o bebida no deseable no desencadena el alivio del dolor.
El contexto también era importante en si comer o beber aliviaban el dolor. Cuando los investigadores inducían enfermedad en las ratas mediante un fármaco, comer chocolate no retrasaba su respuesta de levantar las patas por el calor.
Sin embargo, beber agua seguía reduciendo la respuesta ante el dolor, lo que indicaría que beber agua se consideraba una experiencia positiva a pesar de la enfermedad.
Los investigadores inactivaron de forma selectiva una región del tronco cerebral llamada ‘raphe magnus’, un área que había sido implicada en la disminución del dolor durante el sueño y la micción, y eliminaron el efecto de beber agua sobre la respuesta del dolor de la rata.
El tronco cerebral controla las respuestas subconscientes como la respiración y la sudoración durante el ejercicio.
Según explica Mason, en la naturaleza las ratas y otros animales no querrían que se les distrajera durante los raros pero importantes momentos en los que pueden comer o beber.
Por ello, la activación del ‘raphe magnus’ cuando come o bebe permitiría a la rata evitar las distracciones hasta que terminara de comer.
La autora señala que por razones obvias este alivio natural del dolor se activaría cuando un animal estuviera comiendo o bebiendo algo que le resultara placentero pero no cuando probara algo que podría ser tóxico o dañino.
Los investigadores creen que este efecto está también presente en los humanos pero que tiene efectos perjudiciales en la sociedad moderna dada la disponibilidad de grandes cantidades de alimentos altamente calóricos y de sabores agradables.
Sin embargo, Mason apunta que el efecto analgésico podría ser ventajoso quizás para sustituir la práctica de utilizar un caramelo para calmar a los niños en las consultas médicas. “La ingestión es un calmante pero no necesitamos el azúcar, así que reemplacemos la piruleta del médico con un vaso de agua”, concluye la investigadora.
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