Su vida transcurrió durante el primer tercio del siglo XIX. Murió por no delatar. Fue ahorcada el 26 de mayo de 1831. Se la conoce como la gran heroína de la causa liberal. García Lorca la sacó de los romances populares y la llevó al teatro.
Su vida estuvo marcada por la pasión y la desgracia.


Es la más famosa de las heroínas liberales, y casi un siglo después, Federico García Lorca, otro granadino emplazado por la tragedia, llevó la leyenda al teatro y la hizo universal.

La vida de Mariana estuvo marcada desde antes de su nacimiento por el azar, la pasión y la desgracia.Su padre fue un marino de buena cuna y mala salud, capaz de sobrevivir a los ingleses y a los piratas, pero que en el otoño de su vida, cuando iba a Lucena a vender sus tierras para vivir de rentas, cayó perdidamente enamorado de una joven de humilde origen y soberbia belleza llamada María Dolores Muñoz.

Allí nació su hija Luisa Rafaela, pero no llegaron a casarse por las diferencias sociales y tal vez por presiones familiares.
Acabaron instalándose en Granada, en una casa de la Carrera del Darro, en 1803. Allí murió Luisa y nació Mariana, nuestra heroína, el 1 de septiembre de 1804.

La madre se desvaneció y Mariana quedó bajo la tutoría de su tío José, solterón, achacoso y ciego. Pero una arpía astutísima de la familia, Tomasa Salazar, lo casó con una hija suya, Tomasita Guiral, y el ciego debió entregar a Mariana al cuidado de don José de Mesa y doña Ursula de la Presa.
Tras recibir una educación esmerada según las costumbres de la época, se convirtió en una de las jóvenes más bellas de Granada.

A los 14 años, conoció a un militar retirado y con malísima salud llamado Manuel de Peralta, del que, hija al cabo de su padre, se enamoró. Casaron al año siguiente y con gran prisa, ahorrando amonestaciones: la boda fue el 9 de octubre de 1819 y el 31 de marzo de 1820 tuvo Mariana su primer hijo.

Se supone que ese breve marido le ayudó por también a concebir una pasión sincerísima por las ideas liberales, que reinaban en buena parte de la oficialidad, pero su muerte coincidió con la segunda de las libertades constitucionales a manos de Fernando VII, personaje al que compararlo con las ratas sería un insulto a los roedores.
Nacía la Ominosa Década, en la que el Trono y la alcantarilla se igualaron bastante. Verdugos, espías y traidores vivieron tiempos de prosperidad.
También florecían en salones nobilísimos como el de los Condes de Teba, los padres de Eugenia de Montijo, desterrados de Galicia por liberales y que en Granada daban albergue a los enemigos del absolutismo.

Pero Mariana no le correspondió. Según ha averiguado su minuciosa biógrafa Antonina Rodrigo, prefirió a otro militar liberal, asiduo de la casa de los Montijo, llamado Casimiro Brodett.
Se dieron palabra de matrimonio, pero él no logró su purificación política para licenciarse y la boda se frustró, no sabemos por qué.
Murió 11 años después, en el campo de batalla, sin haberse casado nunca. Mariana volvió a Granada en 1827 y continuó su carrera de conspiradora, siendo procesada por primera vez tras la delación de Romero de Tejada en su prisión malagueña.
Salió indemne de milagro.
En 1828, el comandante Fernando Alvarez de Sotomayor (sobrino del célebre cura liberal García de la Serrana, tío de Peralta y, por tanto, primo de Mariana) fue condenado a muerte por colaborar en el fracasado alzamiento de los ejércitos de Andalucía contra Fernando VII.

Mariana había conocido a otro hombre, Manuel Peña y Aguayo, astuto y cobardón que muchos años después llegó también a ministro de Hacienda de Isabel II.
Tuvo con él una hija que Peña sólo reconoció en su testamento.
Así vivió Mariana con su madre adoptiva, doaña Ursula, viuda de Mesa, y sus hijos José María y Luisa, empeñada en diversos pleitos para recuperar algo de la herencia de su padre y de su tutor don José.
Pero dedicaba lo mejor de su tiempo a la conspiración, entre asonada y asonada.

Compró para ello un tafetán morado en cuyo centro cosió un triángulo verde. Estos eran los colores del Oriente masónico, así que no se trataba de una bandera nacional como quiso luego la leyenda, aunque su sentido político sea el mismo.
Cierto clérigo liberal tenía relaciones con una de las criadas y vio el bordado en cuestión. Víctima de la devoción filial, advirtió a su padre, un doctor llamado Julián Herrera, realista furibundo, que moderase sus ímpetus absolutistas porque la revolución era inminente.
El padre sonsacó al hijo y se fue a denunciar el caso.
Pedrosa vio llegada su oportunidad y arregló las cosas de modo que devolvieran el bordado a casa de Mariana e inmediatamente entrase la policía para incautarse de la prueba del delito, como en efecto sucedió.
Mientras se armaba el proceso, fue Mariana arrestada en su domicilio junto a doña Ursula y sus criadas.
Entonces debió ser cuando Pedrosa, enamorado de Mariana o confundido por su libertad sentimental, se atrevió a pretenderla, pero sus insinuaciones fueron contestadas como sus averiguaciones, con silencioso desdén.
Mariana se negaba a decir una palabra. Luego cayó o se fingió enferma y al poco trató de escapar disfrazada de vieja.

Arco de Elvira y plaza del mismo nombre. Aquí estuvo situado el cadalso donde ejecutaron a Mariana
Casi lo había conseguido cuando la atrapó su único guardián, que la encerró de nuevo.
Pedrosa la envió entonces al Beaterio de Santa María Egipcíaca, en convento en funciones de cárcel creado para rehabilitar prostitutas y que acabó albergando a mujeres condenadas por delitos comunes o políticos.
El trato era excelente por parte de las monjas pero los interrogatorios eran cada vez más largos y apremiantes.
Pedrosa decidió llevar la situación al límite y sugirió al fiscal Andrés Oller, conocido liberal granadino, que sólo conservaría su puesto si pedía la pena de muerte contra su vieja amiga Mariana.

Faltaba la firma real, que naturalmente Fernando VII se apresuró a estampar, indicando el garrote como medio de ejecución.
Calle de Mariana Pineda en Marinaleda, Sevilla
Pedrosa, ya con la condena en la mano, trató de forzar la voluntad de Mariana, pero ella se negó a delatar. Sólo habían pasado dos meses desde su arresto cuando llegó la fecha de su ejecución.
La víspera, serena, escribió un testamento que el escribano no pudo pergeñar por impedírselo las lágrimas.
En otra carta explicó a sus hijos que moría dignamente por la Libertad y la Patria. Antes de acostarse para su última noche, que fue de sueño breve y sereno, tuvo un rasgo que retrata su personalidad.
Debían cambiarle el vestido por si tenía algún veneno y también quitarle las ligas para evitar que pudiera ahorcarse con ellas.

Mariana aceptó el cambio de vestido si, tras su muerte, lo picaban con unas tijeras para evitar que desnudaran el cadáver; pero no transigió con las ligas: «Eso, no. Jamás consentiré ir al patíbulo con las medias caídas»
Así subió la Libertad al cadalso el 26 de mayo de 1831, en Granada. Nunca se la ha visto más hermosa.
Así subió la Libertad al cadalso el 26 de mayo de 1831, en Granada. Nunca se la ha visto más hermosa.
Las tres Marianas Pineda de Lorca
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