LA ZONA PÚBLICA: Atraco a mano armada con "llave"



Las consignas que hay en los supermercados son inseguras. Existe una nueva modalidad de robo que consiste en saquearlas con una copia de la llave.

El catálogo de timos de supermercado ha ampliado su ya dilatado repertorio. La penúltima moda de desfalco con las cajas registradoras de sonido ambiente es lo que se podría etiquetar como atraco a mano armada (con llave).


El ladrón acude al comercio que selecciona para alimentar su peculiar nómina, a ser posible en un barrio en el que los residentes lleven abrigos de visón en vez de cazadoras vaqueras.

Introduce monedas en algunas de las taquillas (o todas) en las que los clientes guardan sus bolsas, retira las correspondientes llaves, va a la ferretería más cercana, las duplica y vuelve a la tienda para depositar los originales en su sitio.


A estas alturas, el final de la secuencia está completamente destripado: sólo tiene que esperar a que su víctima deposite las pertenencias que lleva antes de entrar al súper y se vaya hacia el interior del establecimiento, confiada, empujando su carrito.



El timador llega entonces con su propia llave, limpia el casillero y sale como si tal cosa por la puerta. Tan rápido como sencillo.
En todos los comercios de tamaño medio son conscientes de que esta modalidad de estafa está en la calle, pero ninguno reconoce haberla sufrido en taquilla propia.

A condición de preservar su anonimato, la empresa de sistemas electrónicos de seguridad Niscayah (que gestiona 700 puntos de venta de 10 supermercados importantes) sí confirma que algunos de sus clientes han sido víctimas de esta modalidad de hurto.

Según la experiencia de esta multinacional, las primeras acciones se registraron a principios de 2009 en Canarias y de ahí se dio el salto a la península hasta recalar en Madrid.

El guión no escrito del modus operandi incluye, generalmente, la presencia de dos ladrones conchabados, el que se asegura de que el cliente realiza tranquilamente su paseíllo por la tienda y el que saquea la consigna teóricamente segura.



«El atractivo real de este robo no es demasiado, de ahí que la gente que lo practica sea poco profesional, porque el beneficio no es fácilmente cuantificable», apunta Carlos Martínez, director de Comunicación de Niscayah. «Se roba sin saber lo que se roba», agrega.

Eso sí, los delincuentes descartan arrasar con bolsas que de antemano saben que van a reportarles botines poco suculentos, como las de la panadería.

Se lanzan en cambio con rapiñería a las de papel que proporcionan las tiendas de moda, especialmente si las letras serigrafiadas en ellas coinciden con los rótulos de las boutiques de Serrano.



La pinta de los envoltorios, obviamente, no siempre se corresponde con el contenido. Lo que sí sucede siempre, o casi, es que el producto mangado acaba en la reventa.

En ocasiones las cadenas de supermercados en las que se producen los robos asumen las pérdidas cargándolas a sus seguros, pero en la mayoría de los casos evitan responsabilizarse.

Lo normal es que instalen junto a las taquillas carteles de advertencia que las eximen de todo compromiso en caso de sustracción.



«Este tipo de robo es muy difícil de evitar», confiesa el encargado de una de las 50 tiendas que una firma catalana ha instalado en la Comunidad de Madrid cuando se le pregunta por el saqueo de las consignas de las superficies comerciales.


«¿Cómo vas a decirle algo a una persona que llega con su llave y abre perfectamente, por muy sospechoso que te parezca?», añade levantando los hombros en un ademán de impotencia.



Por Internet circulan múltiples mensajes de alerta sobre la inseguridad de las taquillas del súper que atribuyen la autoría de estos robos a bandas organizadas de rumanos, aunque la Policía no ha confirmado este extremo.


La cajera de una cadena comercial madrileña con 30 años de historia asegura que la actividad de los cacos es «escandalosa».


En su opinión, lo más efectivo sería advertir a los compradores mediante la instalación de carteles junto a las consignas que pueden ser víctimas de un robo si depositan allí confiados sus pertenencias.


En otra tienda de esa misma compañía el encargado hace guardia frente a las consignas para evitar sorpresas desagradables a sus clientes: «Fíjate si tendré control del asunto que puedo contar que hay un vendedor ambulante de CD que guarda todas las noches su mercancía en la taquilla 35 o en la 36.

A él no le digo nada porque no molesta a nadie, pero en cuanto veo algo raro actúo inmediatamente».
El Mundo.


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